Hace poco ley en una entrada de “la bruja de la aguja” que en este mundo del patchwork hay de todo, virtuosas y profesionales, prepotentes y chapuzas.
Desde entonces esto está rondando en mi cabeza, además como muchas sabéis María José tiene una asociación en la que da clases de patchwork a mujeres maltratadas con el único interés que el de llevarles un poco de alegría, después están esas otras personas que en su generosidad enseñan lo que saben, por que es tanto que regalar un poquito no les hará más pobres, muy al contrario como seres humanos y como artistas son más grandes cada día, esas son a las que les ha faltado tiempo para enseñarme algo, o para regalarme un patrón con otras muchas muestras de cariño, otras simplemente enseñamos lo que hacemos con la esperanza de que de nuestros errores las demás también aprendan, pero este pensamiento de hoy no es un homenaje a todas esas mujeres espléndidas si no una recriminación para esas otras.
Esas que te dicen que para alcanzar un buen nivel tus trabajos tienen que ser impecables, y estar impecablemente acolchados y acabados, esas que miran con desdén algunos trabajos olvidando y despreciando el gran trabajo puede que humilde pero trabajo al fin y al cabo de otras que quizás seamos todavía aprendices de bruja y que quizás algunas nunca lleguemos a graduarnos en este arte, pero sin embargo tenemos tanta ilusión, y nuestros ojos se iluminan con cada logro.
Además quien puede decir lo que tiene o no cabida, yo hago patchwork para mi propia satisfacción, si a alguien le gusta perfecto, pero para mi es una forma de pensar, de vivir, de ver la vida y les digo a todas esas “virtuosas” que intentaré esforzarme, pero que si no lo logro tampoco pasa nada, mis mantas abrigan a mis hijos y mi cama, y pronto abrigarán a mi nieto, llevo con orgullo el bolso que confecciono y reunirme con mis compañeras los jueves para coser es un placer que no cambio por nada.Así que a las que como yo aun no alcanzamos el nivel les digo que no importa, que las primeras colchas se hacían por necesidad y para dar cobijo y en eso residía su grandeza.
Desde entonces esto está rondando en mi cabeza, además como muchas sabéis María José tiene una asociación en la que da clases de patchwork a mujeres maltratadas con el único interés que el de llevarles un poco de alegría, después están esas otras personas que en su generosidad enseñan lo que saben, por que es tanto que regalar un poquito no les hará más pobres, muy al contrario como seres humanos y como artistas son más grandes cada día, esas son a las que les ha faltado tiempo para enseñarme algo, o para regalarme un patrón con otras muchas muestras de cariño, otras simplemente enseñamos lo que hacemos con la esperanza de que de nuestros errores las demás también aprendan, pero este pensamiento de hoy no es un homenaje a todas esas mujeres espléndidas si no una recriminación para esas otras.
Esas que te dicen que para alcanzar un buen nivel tus trabajos tienen que ser impecables, y estar impecablemente acolchados y acabados, esas que miran con desdén algunos trabajos olvidando y despreciando el gran trabajo puede que humilde pero trabajo al fin y al cabo de otras que quizás seamos todavía aprendices de bruja y que quizás algunas nunca lleguemos a graduarnos en este arte, pero sin embargo tenemos tanta ilusión, y nuestros ojos se iluminan con cada logro.
Además quien puede decir lo que tiene o no cabida, yo hago patchwork para mi propia satisfacción, si a alguien le gusta perfecto, pero para mi es una forma de pensar, de vivir, de ver la vida y les digo a todas esas “virtuosas” que intentaré esforzarme, pero que si no lo logro tampoco pasa nada, mis mantas abrigan a mis hijos y mi cama, y pronto abrigarán a mi nieto, llevo con orgullo el bolso que confecciono y reunirme con mis compañeras los jueves para coser es un placer que no cambio por nada.Así que a las que como yo aun no alcanzamos el nivel les digo que no importa, que las primeras colchas se hacían por necesidad y para dar cobijo y en eso residía su grandeza.