Donde la felicidad se esconde.

Algunas veces los seres humanos nos empeñamos en buscar la felicidad donde nunca podrá esconderse, creemos que una subida de sueldo o conseguir la casa que habíamos soñado, o quizás el reconocimiento público de unos merito, podrían darnos la felicidad, otras veces andamos perdidos buscando la felicidad en grandes cosas, en grandes sueños, pero tampoco en eso se esconde al menos no por mucho tiempo.
Pero el otro día cuando apenas me quedan unos meses para cumplir cincuenta años, estaba pasando una tarde acolchando una mantita de bebe de patchwork mientras hablaba con mi hija y su bebe dormía entre las dos con un placido y dulce sueño, de vez en cuando sonreía y en ese momento comprendí que mi felicidad estaba allí mismo, entre los sueños de mi nieto, en su expresión tan dulce y sus manitas relajadas, en las palabras de mi hija, entre sus manos que expertas acunan al pequeño. Ni siquiera recuerdo de que hablábamos, pero supe que cuando me encuentre perdida y triste, me bastará con recordar ese instante para saber que la felicidad existe.
Por eso me he propuesto que a partir de ahora iré coleccionando momentos felices, un abrazo de mi hijo, su mirada cuando supo que entraba en la facultad de medicina, la mirada de complicidad de mi marido, ese compañero paciente, la risa franca de mi nuera, las palabras amables de mi yerno, la mirada de mi madre cuando duerme en sus brazos a mi nieto, las palabras amables de una amiga, los consejos bien intencionados, los obsequios que llegan de lejos y van desde el corazón hasta el corazón.
A partir de este momento voy a guardar en mi corazón estos tesoros por que ahora quiero comenzar a llenar mi baúl de los tesoros con todos esos momentos que tanta felicidad me proporcionan.Por eso también a vosotras que me leéis, gracias, gracias a las que dejáis un mensaje y a las que pasáis de puntillas, gracias a las que me permitís que aprenda todos los días algo nuevo, y gracias a las que sin conocerme me habéis ofrecido vuestro cariño.